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Ha comenzado el siglo XXI y las comunicaciones adquieren unas dimensiones que trascienden todas las fronteras: políticas, sociales, culturales, económicas, geográficas y físicas. La globalización, que desbordó la internacionalización, dio la factibilidad de que se conformara una aldea global en la que el habitante de un periodo caserío a orillas del río Amazonas pueda comunicarse —de manera directa e inmediata— con otra persona de una metrópoli europea o asiática; que un estudiante de primaria en África tenga la posibilidad de consultar la biblioteca de una universidad colombiana, y un escalador en el Monte Everest acceda a enviar información sobre la forma como avanza su expedición. Estudios antropológicos señalan que el hombre prehistórico entró en la era del habla y del lenguaje hace unos 40,000 años.
La adolescencia es maravillosa para algunos, agridulce para otros y una etapa llena de complejos y traumas para muchos. A medida que nos vamos convirtiendo en adultos debemos formarnos, debemos evolucionar acorde a las demandas de nuestro contexto y nuestras creencias, debemos enriquecernos para poder enfrentarnos con más recursos a la vida, una vida que nos reta, que nos desafía y que nos sorprende no siempre de forma grata.
Las familias con adolescentes sufren algunos de los cambios más difíciles de afrontar en su ciclo evolutivo. Los adolescentes pueden sentir que nadie entiende sus sentimientos, en especial, los padres. Esta etapa se presenta entre la infancia y madurez, y en ella se presentan, de forma significativa. Importantes choques generacionales en los cuales, tanto los padres como los adolescentes se sienten incomprendidos y heridos.
La adolescencia comienza, aproximadamente, a los 11 ó 12 años y termina entre los 19 y 20 años, pero este periodo varía de acuerdo a factores genéticos y ambientales.
En el mundo de hoy, pleno siglo XXI, el reto es encontrar caminos para comunicarse con los jóvenes actuales, lo cual es irónico, ya que esta época se ha caracterizado por sus grandes avances en las comunicaciones vía satélite, Internet, realidad virtual, fax y celular. La vida moderna ha hecho que los formadores y padres encuentren muchas dificultades al tratar de comunicarse y acercarse a los adolescentes, encontrando baja autoestima, incomunicación con los mayores, soledad, alcoholismo, tabaquismo y drogas, y bajos rendimientos académicos en un alto porcentaje. Hoy existe un incremento alarmante de enfermedades tales como el sida en los adolescentes, un aumento en la tasa de suicidios, abandono de estudios y de los hogares; paradójicamente, muchos de esos problemas se encuentran igualmente en el grupo de los adultos y de los formadores, que son espejo de la problemática juvenil.